La sandía es el fruto del verano por excelencia, una
de las frutas más ligeras,
que nos aporta gran cantidad de agua y minerales,
perfecta para combatir el calor e hidratarnos.
Se dice que la sandía es
originaria de África tropical, que se cultiva en época del antiguo
Egipto a
orillas del Nilo y se extendió por orillas del Mediterráneo.
Luego los pobladores europeos la extendieron por América.
Es una de las
frutas más extendidas en cuanto a cultivo, los mayores productores son
Turquía,
Grecia, Italia, España, China y Japón.
Las sandías florecen entre finales de
primavera y principios de verano y podemos disfrutarlas en
su punto
hasta principios de otoño.
Para adquirir una buena sandía,
habremos de mirar que la parte que ha estado en contacto con el suelo,
sea de un color amarillo cremoso. Una mancha blanquinosa o verdosa
indica que se ha recogido antes
de tiempo.
Para saber si esta madura para su
consumición, es golpearla suavemente y ha de sonar hueco.
Si se
adquiere una sandía trocead nos hemos de asegurar que su pulpa sea firme
y jugosa.
Contiene un 93% de agua, su
valor calórico es muy bajo una 20 calorías cada 100gr.
Tiene un alto
contenido en magnesio y potasio, este es muy beneficioso para el sistema
nervioso
y la actividad muscular.
La sandía resulta ideal para calmar la sed, debido a su poder refrescante.
En la cocina aparte de
utilizarla como postre, podemos utilizarla en macedonias, combinadas con
kiwis, fresas, plátanos, melón, fresas..., en ensaladas aporta un toque
muy refrescante.
Otra opciones son los gazpachos, sopas frías, tartas,
sorbetes, helados, zumos...
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